Esta mañana estuve en el banco, me atendió el empleado servicial y amable, como de costumbre. El jefe pidió mi opinión sobre la abdicación del rey, pero no dio señal de darme un día de permiso extra, la relación ha sido la habitual, atenta y educada.
El Conseller no ha cambiado ni un ápice su discurso y Rubalcaba tan solo ha retrasado una semana el Congreso anunciado. Los festeros de moros y cristianos ultiman los mismos preparativos que darán comienzo a las fiestas en el umbral del verano. Ni la Educación, ni la Economía, ni las Pensiones han mostrado signos de cansancio ni de renacer porque el Rey abdicó ayer.
La sociedad moderna no se mueve a impulsos de la realeza, sino por la lucha individual y diaria de cada uno por lograr mejor cota de libertad. La formación y la información son pilares necesarios para alcanzar la masa crítica de ideas que detenga el adoctrinamiento, el aborregamiento.
No me identifico con ninguna ortodoxia ni religiosa, ni política, social o cultural, pero entiendo que debo ser respetuoso con todas ellas. De ese respeto surge mi decisión de no imponer a los otros mis ideas. ¿Son mejores que las de los demás?
Ondeemos nuestras banderas, pero no impongamos la nuestra por ser la mejor. De los poderosos han llegado las grandes discrepancias en la historia.
“La verdadera base del pensamiento liberal es que nadie puede saber quién es el que más y mejor sabe sobre algo, y que el único proceso para averiguarlo es un proceso social espontáneo en el que cada cual intenta lo mejor de sí mismo para ponerlo al servicio de los demás.” Friedrich A. von Hayek.
